AT Visions: Green Lantern: All-Star

domingo, 17 de diciembre de 2006

Green Lantern: All-Star

Hola amigos.
Soy Jerónimo Thompson, el tío que escribe Green Lantern para Action Tales de forma más o menos regular. En esta serie he venido siguiendo la continuidad oficial DC-AT, en la que partiendo del número 169 del volumen 3 de la serie americana (con algunas modificaciones leves), se asume la vasta, compleja e incluso en algún momento ridícula, historia de los personajes en los cómics. Sin embargo, en alguna ocasión me he preguntado cómo habría planteado mi Green Lantern si hubiese tenido la oportunidad de partir de cero.

Pues bien, hoy ha llegado el momento de comprobarlo. A continuación, podéis leer lo que sería el (breve) arranque de esa hipotética historia. No se trata de un "previo"; ni siquiera de un proyecto futuro. Sólo es una forma tan buena como otra cualquiera de pasar el rato.



-¿Puedo pasar? –preguntó el hombre de la gabardina desde la puerta.
-Adelante –dijo el doctor McNider retirándose un par de pasos de la cama. -¿Es usted el detective Corrigan?-.
-En efecto. ¿Cómo se encuentra su paciente?-.
-Bueno... Aún espero los resultados del TAC, pero yo diría que este hombre presenta un cuadro típico de catatonia post-traumática-.
-Ya veo... –murmuró el detective mientras se acercaba a la cama, y pasaba una mano frente al rostro del paciente sin conseguir que reaccionara. –No va a poder responder a mis preguntas, ¿verdad?-.
-Por el momento, lo dudo. Sin embargo, me ayudaría mucho saber más detalles sobre su caso; los agentes que lo trajeron aquí no quisieron decirme nada-.
-Tenían órdenes expresas de no hacerlo... Pero no hay problema, le contaré todo lo que sé-.
El detective Corrigan retrocedió hasta un pequeño sillón colocado a la derecha de la cama, y se derrumbó en él con gesto cansado.
-Si no le importa, llevo una noche de perros...-.
-Oh, por mí no se preocupe-.
-De acuerdo. El sujeto se llama Hal Jordan. Es piloto de pruebas en la compañía aérea Ferris y llevaba tres años casado con su propietaria, Carol Ferris; vivían en un ático, en el centro de Coast City-.
-Habla de ellos en pasado... –comentó el doctor.
-¿Sí, verdad? A las 9.35 de esta noche fuimos avisados por un vecino de los Jordan, alertado por los extraños ruidos que salían del ático. Cuando mis hombres llegaron allí veinte minutos después, encontraron el lugar completamente quemado, y en su interior, el cuerpo descuartizado de la señora Ferris y a Jordan en el estado que ve-.
-Vaya... –se sorprendió McNider. -¿Y sospechan que mi paciente pudo ser el responsable de todo?-.
-Es una posibilidad, pero no lo creo, doctor: encontramos a alguien más en el apartamento-.
-¿A quién?-.
-Buena pregunta... Sus restos estaban tan carbonizados, que ni siquiera los chicos de la policía científica están seguros de poder extraer una muestra de ADN aceptable para identificarlo-.
-¿Y el registro dental?
-No encontramos su cabeza-.
-Oh... ¿Y eso es todo lo que tienen?-.
-Desolador, ¿verdad?. Lo único que sabemos, a través de la declaración del portero del edificio, es que los Jordan llegaron a su apartamento a las 7.25, pero aparte de eso... En fin, como puede imaginarse necesito interrogar a este hombre –concluyó el detective Corrigan señalando hacia la cama.
-Sí, lo entiendo... –murmuró el doctor McNider. –Bueno, si quiere puede acompañarme abajo, a ver si están listos los resultados de ese TAC-.
-Vamos –dijo el detective levantándose del sillón con pesadez. –No tengo nada mejor que hacer-.

McNider y Corrigan abandonaron la habitación en dirección a los sótanos del hospital dejando a Hal Jordan tumbado sobre la cama, observando fijamente el techo con sus ojos sin vida.

La pequeña lámpara colocada en la mesilla de su izquierda iluminaba parcialmente la habitación con una débil tonalidad sepia. Tonalidad que muy lentamente fue virando al verde, hasta transformarse en una luz nítidamente esmeralda.

A ambos lados de su cama, se materializaron dos figuras muy delgadas, de piel azul y sin pelo, que vestían unos sencillos trajes de color rojo con un extraño símbolo verde a la altura del pecho.
-Esto no debería haber ocurrido –susurró con voz grave uno de ellos.
-Sin embargo, el ataque de hoy confirma mis sospechas, hermano: tenemos un traidor entre los Guardianes. Siniestro sabía dónde encontrar a Hal Jordan-.
-Y aún así, nuestro nuevo Green Lantern ha logrado derrotarle sólo unas horas después de recibir su anillo. Abin Sur no se equivocó al elegirle-.

Los recién llegados contemplaron en silencio el cuerpo inerte de Hal durante varios minutos antes de continuar su conversación:
-Debemos llevárnoslo a la Ciudadela. Nuestros psíquicos sanarán su mente dañada-.
-Pero no le devolverán lo que ha perdido... ¿Crees que estará seguro en el Nexo de Realidades?-.
-El traidor acaba de perder a su agente de confianza en los Green Lantern Corps. No se atreverá a intentar nada todavía-.
-Muy bien, hermano. En ese caso, ya es hora de abandonar el universo 2814 –concluyó el otro posando sus dedos alargados sobre la frente de Hal.

Cuando la enfermera del turno de noche entró dos horas después en la habitación, sólo encontró una cama vacía iluminada por la cálida luz sepia de la lámpara.

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