Castle Rock
y Action Tales presentan:
Capitulo 1
Escrito por
Miguel Ángel Naharro
1
Forasteros
en tierra extraña
Mike Hanlon observaba aún sin salir de su
asombro el desolado paraje donde se encontraban. El sol les castigaba con sus
abrasadores rayos y el calor era sofocante, era todo yermo y apenas sin
vegetación y aparentemente sin vida. No dejaba de preguntarse qué demonios le
había hecho decidirse a cruzar la puerta, a seguir al pistolero en su extraña
cruzada. Negó varias veces con la cabeza. Sabía perfectamente porque lo hizo.
Una palabra se formó en su mente: Ka-Tet.[1]
Casi le parecía que todo fuese un sueño,
como si su mente se negase aceptar que estuviese en un mundo diferente “Ya no estás
en Kansas, Mike”.
Pero así era, tras cruzar la puerta, a un
lado estaba Derry y al otro este inmenso desierto.
El mundo medio, como lo llamaba Roland,
un mundo que se moría y en el que debían proseguir su búsqueda.”El mundo se ha
movido” decía Roland.
Tras lo sucedido de nuevo en Derry, sabía
que era lo que debía hacer. Su tiempo en la biblioteca pública de la ciudad ya
estaba terminado, tenía un nuevo objetivo en la vida, y por primera vez en
mucho tiempo, se sintió con fuerzas renovadas, como si tras desvanecerse la
sombra que cayó sobre Derry se hubiese exorcizado de sus miedos interiores,
sintiéndose liberado de la carga que llevaba sobre sus hombros desde niño.
Jack Bateman dio un largo trago de agua
de la cantimplora y oteó el horizonte. Se preguntó como estaría su compañera
Sophie y si le cuidaría bien su camión, el Rondador Nocturno. No pudo evitar
esbozar una sonrisa al pensar en su amiga. Rebuscó entre sus bolsillos hasta
que encontró lo que buscaba; un paquete de cigarrillos. Casi podía escuchar a
Sophie soltándole uno de sus famosos discursos discursos antitabaco.
“Esto acabara contigo, Jackie” Descubrió
hace poco que había cosas mucho peores que morir de cáncer de pulmón; cosas que
harían que te acurrucases en un rincón, temblando de miedo haciendo que el
corazón te latiese a mil por hora hasta casi reventar por al pánico.
Se encendió el cigarrillo “Va por ti,
Sophie”. Le dio una fuerte calada y pensó en que debía racionarlos, no sabía cuánto
tendría la oportunidad de volver a comprar un paquete.
Tanto Jack como Mike se hicieron la misma
pregunta ¿Dónde estaba Roland?
Roland de Gilead se había levantado
mientras el sol aún permanecía oculto y los demás dormían. Rastreó algunas
piezas para cazarlas y poder llevarse algo caliente al estomago. Capturó
algunos lagartos de buen tamaño, no eran ningún manjar, pero era mejor que
tener el vientre vacio, desde luego.
Limpio cuidadosamente su revólver y llenó
el cargador con mimo, bala por bala, mientras su mente retrocedía días atrás,
cuando tuvieron que despedirse del resto de los Perdedores.
Los llevó a un recóndito y escondido
callejón de Derry, donde Georgie, Pat y Angelica, junto a Mike Hanlon y Jason
Bateman se hallaban ante algo que desafiaba todo lógica para sus mentes.
Flotando por encima suyo había un marco y una puerta de madera. La puerta
estaba entreabierta y a través de ella se veía un paisaje, un desierto lóbrego
y amenazante.
Georgie se frotó los ojos, Angel abrió la
boca sin salir de su asombro, y Pat fue el que permaneció más tranquilo de los
presentes. De alguna forma, era quien lo había tomado todo con más naturalidad.
— ¿Volveremos a vernos? —Preguntó
Pat mirando a Roland.
El pistolero asintió y le miró con sus profundos
ojos azules.
—Somos Ka-Tet ¿recuerdas?
Nuestros caminos transcurrirán por diferentes sitios, pero al final, todos
coincidiremos en un mismo punto, lo sé.
— ¿Te refieres a la
Torre? —Comentó Mike Hanlon.
—Los senderos para llegar
a ella son infinitos, nuestra búsqueda requiere que sigamos caminos diferentes,
es lo que nuestro Ka[2]
requiere, pero somos todos Perdedores,
eso no lo olvidéis nunca. —Observó Roland.
Angelica sintió un
pequeño estremecimiento.
— ¿Correréis peligro en
tu mundo?
Roland torció el gesto.
—Nunca dije que fuese un
camino fácil. Mi mundo, como también el vuestro, está lleno de peligros, pero
los superaremos juntos.
Jack que estaba
terminando de ajustar la mochila con toda clase de utilidades para la supervivencia
que se la habían ocurrido; respiró hondo e intento sonreír, aunque resultaba un
poco forzada.
— ¿Y bien? ¿Cuándo nos
vamos?
Roland se acercó a los
jóvenes, que ya era algo parecido a un hermano mayor o mentor para ellos de
alguna manera. A pesar de que no hacía tanto tiempo que se conocían, daba la
impresión de que hubiesen estado toda la vida unidos.
—Tenéis que tener los
ojos y oídos siempre alertas, fijaros en todo lo que veáis, y sed
precavidos-.—Comentó Roland. —Estad atentos a los carteles de animales
abandonados que colocan en los postes telefónicos, cuando los descubráis,
sabréis que corréis peligro y deberéis tener mucho cuidado.
— ¿Quiénes son los que
ponen esos carteles, Roland?
El pistolero se volvió
hacía Jack Bateman, y el camionero pudo discernir que durante un instante se
puso pálido.
—Siervos, seguidores que
buscan la destrucción de la Torre, adoptan apariencias diversas, aunque siempre
son obscenas y repulsivas.
Roland vio una sombra que
cubrió el rostro de Georgie y Angel. Una sonrisa conciliadora se dibujo en las
rudas facciones de Roland.
—No temáis, amigos míos.
Aunque estemos separados, siempre nos tendréis a vuestro lado. —Dijo
señalándose su pecho y luego a ellos.
—Ka-Tet. —Dijo Angel.
Mike Hanlon contempló sus
caras y en sus ojos vio que su inocencia ya era algo del pasado; nunca volverían
a ser los chicos que eran antes de su encuentro con el mal. Eso les perseguiría
por el resto de sus vidas, aunque creyesen mantenerlo apartado en un rincón de
su mente, seguiría allí, esperando el momento para aflorar de nuevo y
atormentarles. ¿Qué era lo que llevaba a unos chicos, apenas unos críos, a ser
forzados a alcanzar la madurez de manera tan cruel? Mike no lo sabía, y
lamentaba profundamente que tuviesen que pasar por lo que él y sus amigos de
infancia tuvieron que sufrir.
De su cartera sacó una
vieja y arrugada foto, donde se veía a un grupo de niños reunidos.[3]
El Club de los Perdedores—Pensó
Mike con una mezcla de nostalgia y pesar. —Esperaba que les fuese lo mejor
posible.
Roland asintió. Se
despidió y les dio uno por uno un fuerte
y caluroso abrazo.
Miró con decisión a Mike Hanlon y a Jack Bateman.
—Crucemos la puerta
ignota.
Roland apartó los
pensamientos y notó un pinchazo de dolor en su mano mutilada, sacó una caja de
un bolsillo. Necesito tomarme una astina[4]—Pensó Roland y se introdujo un par en la boca,
mientras masticaba el medicamento, se fijo en alguna cosa que le llamó la
atención.
Desde la colina donde se
encontraba se podía divisar claramente las cercanías y observó una construcción
en la soledad del desierto. Varios pequeños edificios rodeados por un muro.
Era posible que pudiesen
obtener refugio allí, si sus habitantes no eran hostiles, en los tiempos que
corrían cualquier precaución era poca.
De su petate sacó varias
cartas y las extendió en la arena. Sujetó una donde se
veía a un hombre sabio rodeado de libros. El bibliotecario, rezaba la leyenda
de la carta. La segunda carta era un hombre caminando solo, pero seguro. El
Solitario.
La tercera carta mostraba a una chica
joven ardiendo. La chica con ojos ardientes.
El Ka-Tet pronto seria ampliado. Lo podía
sentir en su interior, al igual que las veces anteriores.
Escuchó un graznido y se dio la vuelta.
Un cuervo negro le miraba posado en una roca.
Al momento varios compañeros le siguieron
y se posaron alrededor, en rocas cercanas.
Roland se fijo en su aspecto, y se dio
cuenta de cuan aterrador era. Tenían calvas aquí y allá, mostrando su carne,
que en algunos lugares colgaban en tiras putrefactas, mostrando huevos llenos
de gusanos que se retorcían hambrientos alimentándose de la carne podrida. Sus
ojos eran rojos, y brillaban con una luz malévola y con una fría inteligencia
que resultaba inquietante. En pocos minutos al menos dos docenas de cuervos
negros le observaban con atención, estudiándole sin quitarle sus ojos rojos y
muertos de encima. Con mucho cuidado, se llevó la mano a la cartuchera, prestó
a sacar sus armas. Esto pareció activarles como un resorte y alzaron el vuelo, lanzándose
contra el pistolero. Sus revólveres actuaron rápido y cinco cuervos cayeron
fulminados ante sus balas, pero no fue suficiente, cayeron sobre él con
violencia, clavando sus garras y su pico en su piel y su carne, causándole
heridas por todas partes de su cuerpo. Agarró uno de los cuervos con una de sus
manos y lo aplastó contra una roca, convirtiéndole en una pulpa sanguinolenta,
con su otra mano, se quitó de encima a varios de los pájaros que trataban de arrancarle
la carne con sus picos.
Vacio el resto del cargador de sus dos revólveres
y pronto el suelo se llenó de cadáveres de cuervos y plumas negras flotando en
el aire.
El resto de cuervos se marcharon, no
queriendo seguir el destino de sus congéneres ante el plomo del pistolero.
—Una señal de que el mal
esta aquí. —Pensó Roland. —Estamos donde debemos estar no hay duda.
Jack Bateman vio inmediatamente que a
Roland le había ocurrido algo. Tenía pequeñas heridas en el rostro y en los
brazos y su camisa estaba desagarrada en algunos puntos.
—Tenemos que marcharnos.
— ¿Qué te ha pasado? —Preguntó
Mike alarmado.
Roland negó con la cabeza
y señaló algo.
—No importa. Mirad.
A lo lejos, pudieron ver
una inmensa nube de polvo que se acerca peligrosamente hacía donde se
encontraban.
— ¿Qué demonios es eso?
—Una tormenta de arena,
tenemos que refugiarnos. —Contestó Roland a Jack.
— ¿Dónde? Aquí no hay
nada. —Apuntó Mike Hanlon.
Roland se cubrió la nariz
y la boca con un pañuelo y les sugirió que lo imitasen.
—He visto unos edificios
no muy lejos de aquí. Si nos damos prisa, puede que consigamos llegar antes de
que nos engulla de lleno la tormenta.
Con pasos raudos
caminaron con la rapidez que pudieron, con Roland al frente, guiándolos. La
tormenta los pilló durante la travesía, apenas conseguían verse unos a otros y
respirar era una auténtica tortura.
Mike se cayó y pensó que quedaría
sepultado por la arena, pero un brazo le ayudo a levantarse. Roland le hizo un gesto
y como una sombra, entre el viento y la arena, pudo atisbar una sombra que
parecía una serie de casas o edificios.
Con dificultad y sin aliento, donde cada
nuevo paso era una auténtica proeza, y un sufrimiento extremo, consiguieron
llegar al muro de piedra que rodeaba los edificios.
La tormenta de arena arreciaba y su furia
amenazaba con arrastrarlos en cualquier momento. Jack pensó que era como si no
fuese una tormenta natural, si no especialmente creada para acabar con ellos de
una vez y por todas. No quería morir tan lejos de casa y apenas iniciada la
búsqueda de la Torre, no era justo.
Roland, que a duras penas se mantenía en
pie con toda la fuerza de su voluntad, golpeó con las fuerzas que le quedaban
el portón de gruesa madera.
Golpeó y golpeó hasta que no pudo más, y
cansado, se derrumbó en el suelo ya sin apenas fuerzas. No conseguía ver a Mike
ni a Jack. ¿Los habría perdido?
Entonces, los grandes portones de madera
de madera se abrieron, y sintió como era arrastrado a su interior, en breve
tiempo, se encontraba en el interior de un edificio de piedra y podía escuchar
el silbido del viento.
Estaba tumbado encima de una litera y a
un lado tenía a sus compañeros.
Dos mujeres con unos hábitos blancos se
acercaron e intentaron tranquilizarle con una sonrisa.
—Bienvenidos al Convento
de las hermanas de Ethain.
En ese momento, Roland perdió la
consciencia y todo se oscureció.
[1] Un ka-tet es un grupo de personas unidas por el ka.
[2] ka es la fuerza que rige a todos los seres vivos (y
no vivos). el equivalente más aproximado al destino en la Alta Lengua
[3] Leer Club de los Perdedores 1-4 en AT para saber toda la
historia.
[4] Es como Roland llama a
las aspirinas
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