AT Visions: EL CLUB DE LOS PERDEDORES: La Resurrección del Mal cap. 1

miércoles, 9 de mayo de 2012

EL CLUB DE LOS PERDEDORES: La Resurrección del Mal cap. 1

Castle Rock y Action Tales presentan:
 El CLUB DE LOS PERDEDORES

La Resurrección del Mal
Capitulo 1
Escrito por Miguel Ángel Naharro















                                                                1
                                   Forasteros en tierra extraña

Mike Hanlon observaba aún sin salir de su asombro el desolado paraje donde se encontraban. El sol les castigaba con sus abrasadores rayos y el calor era sofocante, era todo yermo y apenas sin vegetación y aparentemente sin vida. No dejaba de preguntarse qué demonios le había hecho decidirse a cruzar la puerta, a seguir al pistolero en su extraña cruzada. Negó varias veces con la cabeza. Sabía perfectamente porque lo hizo. Una palabra se formó en su mente: Ka-Tet.[1]

Casi le parecía que todo fuese un sueño, como si su mente se negase aceptar que estuviese en un mundo diferente “Ya no estás en Kansas, Mike”.
Pero así era, tras cruzar la puerta, a un lado estaba Derry y al otro este inmenso desierto.
El mundo medio, como lo llamaba Roland, un mundo que se moría y en el que debían proseguir su búsqueda.”El mundo se ha movido” decía Roland.
Tras lo sucedido de nuevo en Derry, sabía que era lo que debía hacer. Su tiempo en la biblioteca pública de la ciudad ya estaba terminado, tenía un nuevo objetivo en la vida, y por primera vez en mucho tiempo, se sintió con fuerzas renovadas, como si tras desvanecerse la sombra que cayó sobre Derry se hubiese exorcizado de sus miedos interiores, sintiéndose liberado de la carga que llevaba sobre sus hombros desde niño.
Jack Bateman dio un largo trago de agua de la cantimplora y oteó el horizonte. Se preguntó como estaría su compañera Sophie y si le cuidaría bien su camión, el Rondador Nocturno. No pudo evitar esbozar una sonrisa al pensar en su amiga. Rebuscó entre sus bolsillos hasta que encontró lo que buscaba; un paquete de cigarrillos. Casi podía escuchar a Sophie soltándole uno de sus famosos discursos discursos antitabaco.
“Esto acabara contigo, Jackie” Descubrió hace poco que había cosas mucho peores que morir de cáncer de pulmón; cosas que harían que te acurrucases en un rincón, temblando de miedo haciendo que el corazón te latiese a mil por hora hasta casi reventar por al pánico.
Se encendió el cigarrillo “Va por ti, Sophie”. Le dio una fuerte calada y pensó en que debía racionarlos, no sabía cuánto tendría la oportunidad de volver a comprar un paquete.  
Tanto Jack como Mike se hicieron la misma pregunta ¿Dónde  estaba Roland?

Roland de Gilead se había levantado mientras el sol aún permanecía oculto y los demás dormían. Rastreó algunas piezas para cazarlas y poder llevarse algo caliente al estomago. Capturó algunos lagartos de buen tamaño, no eran ningún manjar, pero era mejor que tener el vientre vacio, desde luego.
Limpio cuidadosamente su revólver y llenó el cargador con mimo, bala por bala, mientras su mente retrocedía días atrás, cuando tuvieron que despedirse del resto de los Perdedores.
Los llevó a un recóndito y escondido callejón de Derry, donde Georgie, Pat y Angelica, junto a Mike Hanlon y Jason Bateman se hallaban ante algo que desafiaba todo lógica para sus mentes. Flotando por encima suyo había un marco y una puerta de madera. La puerta estaba entreabierta y a través de ella se veía un paisaje, un desierto lóbrego y amenazante.
Georgie se frotó los ojos, Angel abrió la boca sin salir de su asombro, y Pat fue el que permaneció más tranquilo de los presentes. De alguna forma, era quien lo había tomado todo con más naturalidad.
— ¿Volveremos a vernos? —Preguntó Pat mirando a Roland.
El pistolero asintió y le miró con sus profundos ojos azules.
—Somos Ka-Tet ¿recuerdas? Nuestros caminos transcurrirán por diferentes sitios, pero al final, todos coincidiremos en un mismo punto, lo sé.
— ¿Te refieres a la Torre? —Comentó Mike Hanlon.
—Los senderos para llegar a ella son infinitos, nuestra búsqueda requiere que sigamos caminos diferentes, es lo que nuestro Ka[2] requiere,  pero somos todos Perdedores, eso no lo olvidéis nunca. —Observó Roland.
Angelica sintió un pequeño estremecimiento.
— ¿Correréis peligro en tu mundo?
Roland torció el gesto.
—Nunca dije que fuese un camino fácil. Mi mundo, como también el vuestro, está lleno de peligros, pero los superaremos juntos.
Jack que estaba terminando de ajustar la mochila con toda clase de utilidades para la supervivencia que se la habían ocurrido; respiró hondo e intento sonreír, aunque resultaba un poco forzada.
— ¿Y bien? ¿Cuándo nos vamos?
Roland se acercó a los jóvenes, que ya era algo parecido a un hermano mayor o mentor para ellos de alguna manera. A pesar de que no hacía tanto tiempo que se conocían, daba la impresión de que hubiesen estado toda la vida unidos.
—Tenéis que tener los ojos y oídos siempre alertas, fijaros en todo lo que veáis, y sed precavidos-.—Comentó Roland. —Estad atentos a los carteles de animales abandonados que colocan en los postes telefónicos, cuando los descubráis, sabréis que corréis peligro y deberéis tener mucho cuidado.
— ¿Quiénes son los que ponen esos carteles, Roland?
El pistolero se volvió hacía Jack Bateman, y el camionero pudo discernir que durante un instante se puso pálido.

—Siervos, seguidores que buscan la destrucción de la Torre, adoptan apariencias diversas, aunque siempre son obscenas y repulsivas.
Roland vio una sombra que cubrió el rostro de Georgie y Angel. Una sonrisa conciliadora se dibujo en las rudas facciones de Roland.
—No temáis, amigos míos. Aunque estemos separados, siempre nos tendréis a vuestro lado. —Dijo señalándose su pecho y luego a ellos.
—Ka-Tet. —Dijo Angel.
Mike Hanlon contempló sus caras y en sus ojos vio que su inocencia ya era algo del pasado; nunca volverían a ser los chicos que eran antes de su encuentro con el mal. Eso les perseguiría por el resto de sus vidas, aunque creyesen mantenerlo apartado en un rincón de su mente, seguiría allí, esperando el momento para aflorar de nuevo y atormentarles. ¿Qué era lo que llevaba a unos chicos, apenas unos críos, a ser forzados a alcanzar la madurez de manera tan cruel? Mike no lo sabía, y lamentaba profundamente que tuviesen que pasar por lo que él y sus amigos de infancia tuvieron que sufrir.
De su cartera sacó una vieja y arrugada foto, donde se veía a un grupo de niños reunidos.[3]
El Club de los Perdedores—Pensó Mike con una mezcla de nostalgia y pesar. —Esperaba que les fuese lo mejor posible.
Roland asintió. Se despidió  y les dio uno por uno un fuerte y caluroso abrazo.
Miró  con decisión a Mike Hanlon y a Jack Bateman.
—Crucemos la puerta ignota.
Roland apartó los pensamientos y notó un pinchazo de dolor en su mano mutilada, sacó una caja de un bolsillo. Necesito tomarme una astina[4]—Pensó Roland y se introdujo un par en la boca, mientras masticaba el medicamento, se fijo en alguna cosa que le llamó la atención.
Desde la colina donde se encontraba se podía divisar claramente las cercanías y observó una construcción en la soledad del desierto. Varios pequeños edificios rodeados por un muro.
Era posible que pudiesen obtener refugio allí, si sus habitantes no eran hostiles, en los tiempos que corrían cualquier precaución era poca.
De su petate sacó varias cartas y las extendió en la arena. Sujetó una donde se veía a un hombre sabio rodeado de libros. El bibliotecario, rezaba la leyenda de la carta. La segunda carta era un hombre caminando solo, pero seguro. El Solitario.
La tercera carta mostraba a una chica joven ardiendo. La chica con ojos ardientes.
El Ka-Tet pronto seria ampliado. Lo podía sentir en su interior, al igual que las veces anteriores.
Escuchó un graznido y se dio la vuelta. Un cuervo negro le miraba posado en una roca.
Al momento varios compañeros le siguieron y se posaron alrededor, en rocas cercanas.
Roland se fijo en su aspecto, y se dio cuenta de cuan aterrador era. Tenían calvas aquí y allá, mostrando su carne, que en algunos lugares colgaban en tiras putrefactas, mostrando huevos llenos de gusanos que se retorcían hambrientos alimentándose de la carne podrida. Sus ojos eran rojos, y brillaban con una luz malévola y con una fría inteligencia que resultaba inquietante. En pocos minutos al menos dos docenas de cuervos negros le observaban con atención, estudiándole sin quitarle sus ojos rojos y muertos de encima. Con mucho cuidado, se llevó la mano a la cartuchera, prestó a sacar sus armas. Esto pareció activarles como un resorte y alzaron el vuelo, lanzándose contra el pistolero. Sus revólveres actuaron rápido y cinco cuervos cayeron fulminados ante sus balas, pero no fue suficiente, cayeron sobre él con violencia, clavando sus garras y su pico en su piel y su carne, causándole heridas por todas partes de su cuerpo. Agarró uno de los cuervos con una de sus manos y lo aplastó contra una roca, convirtiéndole en una pulpa sanguinolenta, con su otra mano, se quitó de encima a varios de los pájaros que trataban de arrancarle la carne con sus picos.

Vacio el resto del cargador de sus dos revólveres y pronto el suelo se llenó de cadáveres de cuervos y plumas negras flotando en el aire.
El resto de cuervos se marcharon, no queriendo seguir el destino de sus congéneres ante el plomo del pistolero.
—Una señal de que el mal esta aquí. —Pensó Roland. —Estamos donde debemos estar no hay duda.

Jack Bateman vio inmediatamente que a Roland le había ocurrido algo. Tenía pequeñas heridas en el rostro y en los brazos y su camisa estaba desagarrada en algunos puntos.
—Tenemos que marcharnos.
— ¿Qué te ha pasado? —Preguntó Mike alarmado.
Roland negó con la cabeza y señaló algo.
—No importa. Mirad.
A lo lejos, pudieron ver una inmensa nube de polvo que se acerca peligrosamente hacía donde se encontraban.
— ¿Qué demonios es eso?
—Una tormenta de arena, tenemos que refugiarnos. —Contestó Roland a Jack.
— ¿Dónde? Aquí no hay nada. —Apuntó Mike Hanlon.
Roland se cubrió la nariz y la boca con un pañuelo y les sugirió que lo imitasen.
—He visto unos edificios no muy lejos de aquí. Si nos damos prisa, puede que consigamos llegar antes de que nos engulla de lleno la tormenta.
Con pasos raudos caminaron con la rapidez que pudieron, con Roland al frente, guiándolos. La tormenta los pilló durante la travesía, apenas conseguían verse unos a otros y respirar era una auténtica tortura.
Mike se cayó y pensó que quedaría sepultado por la arena, pero un brazo le ayudo a levantarse. Roland le hizo un gesto y como una sombra, entre el viento y la arena, pudo atisbar una sombra que parecía una serie de casas o edificios.
Con dificultad y sin aliento, donde cada nuevo paso era una auténtica proeza, y un sufrimiento extremo, consiguieron llegar al muro de piedra que rodeaba los edificios.
La tormenta de arena arreciaba y su furia amenazaba con arrastrarlos en cualquier momento. Jack pensó que era como si no fuese una tormenta natural, si no especialmente creada para acabar con ellos de una vez y por todas. No quería morir tan lejos de casa y apenas iniciada la búsqueda de la Torre, no era justo.
Roland, que a duras penas se mantenía en pie con toda la fuerza de su voluntad, golpeó con las fuerzas que le quedaban el portón de gruesa madera.
Golpeó y golpeó hasta que no pudo más, y cansado, se derrumbó en el suelo ya sin apenas fuerzas. No conseguía ver a Mike ni a Jack. ¿Los habría perdido?
Entonces, los grandes portones de madera de madera se abrieron, y sintió como era arrastrado a su interior, en breve tiempo, se encontraba en el interior de un edificio de piedra y podía escuchar el silbido del viento.
Estaba tumbado encima de una litera y a un lado tenía a sus compañeros.
Dos mujeres con unos hábitos blancos se acercaron e intentaron tranquilizarle con una sonrisa.
 —Bienvenidos al Convento de las hermanas de Ethain.
En ese momento, Roland perdió la consciencia y todo se oscureció.


Continuará....








[1] Un ka-tet es un grupo de personas unidas por el ka.
[2] ka es la fuerza que rige a todos los seres vivos (y no vivos). el equivalente más aproximado al destino en la Alta Lengua
[3] Leer Club de los Perdedores 1-4 en AT para saber toda la historia.
[4] Es como Roland llama a las aspirinas

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