AT Visions: EL CLUB DE LOS PERDEDORES:La Resurrección del Mal Cap. 2

lunes, 21 de mayo de 2012

EL CLUB DE LOS PERDEDORES:La Resurrección del Mal Cap. 2

Castle Rock y Action Tales presentan:

El CLUB DE LOS PERDEDORES


2 Parte: La Resurrección del Mal

Capitulo 2

Escrito por Miguel Ángel Naharro











                                                                2
                                 Pat ve unos curiosos carteles

Patrick Danville bostezó mientras introducía los libros de texto en la mochila. Se había ido a dormir muy tarde y eso le estaba pasando factura, aunque valió la pena realmente. Dos o tres días a la semana quedaban en el cobertizo de los Barrens; que poco a poco se había transformado en algo similar a la sede de los Perdedores. Angelica, Georgie y él se reunían allí para contar historias de miedo, reírse contado anécdotas divertidas o comentando los libros que leían, elegían un libro nuevo cada semana y luego cada uno explicaba sus impresiones sobre la historia. Era algo que repetían desde que Roland, Jack Bateman y Mike Hanlon se marcharon atravesando la puerta ignota. No se olvidaban de ellos, hablaban muy a menudo sobre lo que estarían haciendo y si los volverían a ver pronto. Pat no sabía cuánto tardaría, pero en su interior sabia que sus caminos se volverían a encontrar, de eso no tenía ninguna duda.

Entre los tres se había forjado un fuerte vínculo que los hacía inseparables. Una vez terminadas las clases del instituto, iban juntos a todos sitios, pasando la gran parte de las horas como los buenos amigos que eran. La experiencia vivida al internarse en la guardia de ESO[1] les hizo unirse aún más y madurar rápidamente. Quien más cambio fue Georgie y para bien, según la opinión de Pat. Tras lo sucedido, el padre de Georgie rectifico su comportamiento, dejando el alcohol y poniéndose a trabajar como vendedor de coches y parecía que había espabilado finalmente. Georgie tenía más seguridad en sí mismo, su timidez ya no era tan evidente y era un chico más de su edad, todo lo que se podía ser  tras vivir lo que los tres vivieron y que lo cambió todo para ellos para siempre.
La sombra que se cernió en el pasado ya no estaba y Derry asemejaba una ciudad nueva, como si esa atmosfera malsana que lo inundaba todo se hubiese desvanecido para siempre. Entonces ¿Por qué sentía que algo iba mal?
Pat decidió que ya pensaría en ello más tarde, le dio un bocado al donut glaseado que tenía para desayunar y salió corriendo hacía el instituto.
Mientras escuchaba lo último de U2 en su MP3, al cruzar la calle se quedó parado observando algo. En un poste telefónico había varios carteles pegados y Pat recordó la advertencia de Roland.[2]

TRES GATITOS, MUY JOVENES, DOS MACHOS Y UNA HEMBRA
RESPONDE A LOS NOMBRES DE PAT, ANGEL Y GEORGIE.
PAT ES UN GATITO ALGO GORDITO, DE PELAJE NEGRO, GEORGIE ES MENUDO Y ENCLENQUE Y ANGEL ES HERMOSA GATITA DE COLOR AMARILLO
SE RUEGA TELEFONEAR A IROQUOIS 7-9007, HABRA RECOMPENSA POR INFORMACIÓN.

Pat se quedó helado, la boca se le secó rápidamente. Les estaban buscando. Estaban aquí. Apretó los puños enfurecido, para después subirse las gafas y resoplar. Tenía que advertir a Angel y a Georgie. Debían ir con mucho cuidado a partir de ahora. Salió corriendo de nuevo sin mirar atrás.

 

Angelica Miller apenas había pegado ojo en toda la noche, al mirarse en el espejo tenía unas tremendas ojeras. Suerte que su madre no se encontraba en casa en esos momentos y no lo estaría en toda la mañana. No se encontraba bien, temblaba y al recordar la pesadilla que tuvo durante la noche, llevaba varios días que tenía unos sueños terribles e iba in crescendo. Ahora temía cerrar los ojos por si volvía a verlo. La pesadilla comenzaba siempre de la misma forma.

« Se encontraba en la sede del Club, sola y era de noche. Escuchaba unos pesados pasos en la tierra húmeda alrededor del pequeño y viejo cobertizo, ella intentaba no hacer ningún ruido, casi sin respirar para que no fuese consciente de su presencia. El extraño cantaba una canción y de vez en cuando paraba para soltar una risita estridente que le ponía los pelos de punta. Sentía un ruido, como de unas garras que arañaban la madera.
—Angeeelica… pequeña, no te escondas de tu tío Flagg…
El extraño chasqueó los dientes de manera desagradable y una tos le dominó, pareciendo que en cualquier momento se colapsaría y moriría ahí mismo, pero eso nunca ocurría.
—Angeeelica. —Repetía de nuevo una y otra vez. —No te haré daño, no demasiado…
Esto le hizo gracia y comenzó a reír de nuevo, dominado por un ataque de risa.
Angel sudaba con un sudor frío, y sentía una repugnancia sin límites, como si tuviese todo el cuerpo cubierto de arañas negras que se arrastraban por cada centímetro de su piel. Estuvo a punto de levantarse y echar a correr, pero se contuvo, no debía moverse, igual se marcharía si no encontraba nada.
—Dame lo que es mío y me iré, Angeeelica…
Se llevó las manos a los oídos para tratar de no escuchar esa voz burlona y chirriante, pero la seguía escuchando, penetraba en su mismo cerebro, como si miles de agujas se le clavasen en la cabeza al unísono.
Repentinamente, la puerta se abrió. Y ahí estaba él.
Era un hombre de mediana edad, con el cabello corto negro. Vestía unos pantalones vaqueros, una chaqueta jean gastada y unas botas de montar con la suela desgastada. En el pecho lleva una chapa con un símbolo de smiley mancha de sangre.
Su  rostro desgastado, cuya vida parecía haber abandonado hacía mucho tiempo. Sus ojos brillaban con un fulgor rojizo y en ellos se podía ver una maldad y un odio que no parecía tener límites. Sonreía, pero su sonrisa era igual a la de la misma muerte.
—Dame lo que es mío y me iré. —Dijo extendiendo la mano hacia ella.
Angelica gritaba y gritaba mientras la risa burlona del extraño se elevaba sobre cualquier otra cosa. »

Angel despertaba con las sabanas pegadas y aterrada, se encendía la luz y se ponía el ordenador con los cascos para que su madre no la escuchase para no volver a ponerse a dormir. Tenía miedo de volver a ver esa terrible sonrisa si volvía a hacerlo.
Aún no había sido capaz de decírselo a sus amigos, confiaba en ellos más que a nada en el mundo, pero pensarían que se estaría volviendo loca ¿y si su cordura estaba comenzando a verse afectada por todo lo que sucedió? El mal de Derry ya no existía, ella lo sabia…. Eso no significaba que no pudiese tener secuelas.
Rompió a llorar y se hizo un ovillo en su cama, sollozando desconsoladamente.

— ¿No has visto a Angel? —Preguntó Pat.
Georgie negó con la cabeza.
—Puede que haya faltado a clase, cosas de chicas, ya sabes. —Dijo Georgie esbozando una tímida sonrisa.
Pat se mordió el labio preocupado. Era cierto que quizás no ocurriese nada y simplemente no se encontrase bien. Decidió llamarla al móvil. No le cogió la llamada y dejó un mensaje en el contestador.
—Maldita sea.
— ¿Ocurre algo, Pat?
Patrick le contó con detalle lo que vio cuando venía al instituto esa misma mañana.
Georgie mostró también la preocupación en su rostro.
— ¿Qué crees que significa?
—Creo que estamos en peligro, debemos estar atentos, cuidarnos las espaldas y ser muy cuidadosos y fijarnos en si nos siguen y si preguntan por nosotros.
Georgie pareció dar un respingón, como si le hubiesen pinchado con un alfiler.
— ¿Qué pasa, Georgie?
—P-puede que no sea nada, pero mi padre me dijo ayer que alguien preguntó por mí cuando sacaba la basura. Mi padre se quedó extrañado por su aspecto y dice que se le erizo el vello de la nuca, que le dieron una sensación muy desagradable.
— ¿Quiénes eran? —Preguntó con interés Pat.
—Eran dos hombres, con gabardinas y sombreros de color amarillo, dijeron que un día se pasarían a hablar conmigo y mis “amigos” para hablar sobre una oportunidad única que querían ofrecernos, algo de aprendizaje, puede que vendiesen unas clases por horas… Aunque mi padre no pareció muy convencido. Hampones de chaquetas amarillas, así los llamó él. Me dijo que ponían caras agradables y buenas palabras, pero que le sonaban como una serpiente que trata de distraerte antes de darte el mordisco letal.
Pat miró intranquilo a un lado y a otro, como si esperase verlos en cualquier lado.
— ¿Crees que son ellos de quienes nos advirtió Roland?
—Es posible, sea como sea, tenemos que estar alertas.
Sin que ellos fueran conscientes, desde un coche de color amarillo, varios hombres con chaquetas y sombreros amarillos los contemplaban en silencio. Sonreían satisfechos, su sonrisa eran como la de un depredador que ha encontrado a su presa.


Continuará…



[1] Como se pudo leer en el Club de los Perdedores 1-4 en Action Tales.

[2] En el capitulo anterior.

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