La cabeza rasurada del Green Lantern mostraba diminutas gotas de sudor lechoso que caían libremente sobre su rostro ceniciento.
Con unos ojos ovalados que le permitían percibir desde el infrarrojo hasta el ultravioleta lejano, escrutó nervioso el callejón por el que avanzaba, sumido en las sombras proyectadas por las nubes de humo que arrojaban incesantemente los pozos ardientes de Apokolips.
Se veía incapaz de calcular el tiempo que llevaba corriendo: una hora, quizá dos...
¿Cómo podía haber cambiado tan rápidamente la situación? La guerra contra Apokolips había sido dura, y supuesto pérdidas considerables en ambos bandos, pero los Green Lantern Corps habían conseguido finalmente su victoria: Darkseid fue apresado y trasladado a Oa apenas dos días antes.
Hasta aquella misma mañana, Apokolips se hallaba bajo el control de los Corps, y los cerca de quinientos miembros del cuerpo que permanecieron en el planeta tras la última batalla, custodiaban sin grandes dificultades el ejército de Parademonios mientras los Guardianes del Universo decidían qué hacer con ellos.
Y sin embargo ahora...
El Green Lantern detuvo bruscamente su avance apoyando su espalda sobre una de las paredes del estrecho callejón, con la intención de permanecer oculto en las sombras. Por un instante, casi imperceptiblemente, había captado un movimiento en la acumulación de desechos que se levantaba a escasos metros de él.
Inmóvil en aquella posición, con sus doloridos músculos tensionados, podía sentir en el tórax el bombeo desenfrenado de linfa impulsada por sus dos corazones.
Otra vez aquel ligero movimiento.
No cabía duda: alguien se escondía tras la montaña de desperdicios. ¿Algún Parademonio? No lo creía; si hubiese caído en una emboscada ya estaría muerto. ¿Otro Green Lantern quizá?
Avanzando cerca de medio metro con mucho cuidado, consiguió ver una pequeña cabeza peluda gracias a sus formidables órganos visuales.
Tras observarlo detenidamente, acabó por reconocer el uniforme de la figura escondida y se atrevió a levantar su voz en lo que no fue más que un susurro:
-Eres un Green Lantern, ¿verdad?- dijo en el lenguaje común que empleaban los Corps cuando no contaban con la traducción simultánea proporcionada por su anillo de poder.
El pequeño individuo, cubierto de un grueso pelo oscuro por toda su cabeza y rostro, retrocedió con rapidez dispuesto a correr hacia el extremo contrario del callejón.
-¡No huyas, por favor! –exclamó el primero sin abandonar su tono susurrante. –Yo también soy un Green Lantern-.
-¿Sí? –preguntó el otro con tono desconfiado, deteniéndose a unos pasos.
-Me llamo Dit, del sector 41. ¿Y tú?-.
-Soy Meleandur, del 799- contestó aún con reserva. -¿Cómo has conseguido escapar?-.
Dit alzó ligeramente sus hombros puntiagudos.
-Como tú, supongo: corriendo tanto como pude-.
-Sí...- suspiró Meleandur contemplando el anillo que llevaba en el mayor de los tres dedos de su mano izquierda. –Sin su poder no somos gran cosa, ¿verdad?-.
-No digas eso- le recriminó el otro. –Los Guardianes han elegido a los mejores de cada sector para vestir este uniforme. Simplemente no estábamos preparados: todo ha ocurrido tan rápido...-.
Meleandur asintió afirmativamente, con una expresión de horror en su cara, oculta por las sombras del callejón.
-Los Parademonios se abalanzaron sobre mi grupo en cuanto desapareció su prisión esmeralda –recordó el pequeño Green Lantern peludo. -Están bien entrenados esos bastardos...-.
-Es cierto. No han necesitado ningún tipo de arma para acabar con nosotros: sólo la fuerza de sus manos y esos dientes afilados como cuchillas- añadió Dit, sintiendo un ligero escalofrío al recordar los acontecimientos de la última hora.
Ambos permanecieron callados un rato, escuchando los gritos distantes de sus compañeros, que huían desesperados por las calles laberínticas de aquel suburbio.
Dit observó también su anillo de poder antes de continuar hablando:
-¿Sabes cómo ha podido pasar?-.
-No tengo la menor idea, pero me crucé hace unos minutos con otro Green Lantern que había intentado comunicarse con Oa utilizando un sistema de transmisión convencional…-.
-¿Qué averiguó?- interrumpió Dit, ansioso por conocer la respuesta.
-Nada- contestó Meleandur angustiado. –No consiguió contactar con una sola terminal de Oa. Los Guardianes nos han abandonado...-.
-¡No! –exclamó Dit con firmeza. –Tiene que existir una buena razón que explique lo ocurrido. Quizá Oa está siendo atacada por alguno de nuestros enemigos y han conseguido dañar la Batería Central. Eso explicaría que todos nuestros anillos se agotaran al mismo tiempo…-.
-No lo sé, Dit... Ya no sé nada...- concluyó Meleandur hundiendo su rostro peludo entre las manos enguantadas.
Antes de que Dit pudiera acercase a su compañero Green Lantern, quizá para dirigirle algunas palabras de consuelo, sus orejas alargadas captaron un chasquido a su espalda.
Rápidamente volvió su mirada hacia el extremo del callejón, donde tres Parademonios cubiertos de sangre ajena bloqueaban el acceso, observándoles con excitación anticipada.
Al girar su cabeza hacia el otro extremo, vio a otros cuatro que se aproximaban lentamente hacia su posición.
-Meleandur...- murmuró Dit.
Captando el tono desesperado en la voz de su compañero, Meleandur descubrió el grupo de Parademonios que se acercaban por su izquierda. La expresión aterrada que apareció en su rostro, pronto se vio sustituida por una determinación sin esperanza.
-¡Por Oa!- exclamó irguiendo su pequeño cuerpo sobre los desperdicios amontonados.
-¡Por Oa!- respondió Dit corriendo hacia aquellas terribles bestias.
Con unos ojos ovalados que le permitían percibir desde el infrarrojo hasta el ultravioleta lejano, escrutó nervioso el callejón por el que avanzaba, sumido en las sombras proyectadas por las nubes de humo que arrojaban incesantemente los pozos ardientes de Apokolips.
Se veía incapaz de calcular el tiempo que llevaba corriendo: una hora, quizá dos...
¿Cómo podía haber cambiado tan rápidamente la situación? La guerra contra Apokolips había sido dura, y supuesto pérdidas considerables en ambos bandos, pero los Green Lantern Corps habían conseguido finalmente su victoria: Darkseid fue apresado y trasladado a Oa apenas dos días antes.
Hasta aquella misma mañana, Apokolips se hallaba bajo el control de los Corps, y los cerca de quinientos miembros del cuerpo que permanecieron en el planeta tras la última batalla, custodiaban sin grandes dificultades el ejército de Parademonios mientras los Guardianes del Universo decidían qué hacer con ellos.
Y sin embargo ahora...
El Green Lantern detuvo bruscamente su avance apoyando su espalda sobre una de las paredes del estrecho callejón, con la intención de permanecer oculto en las sombras. Por un instante, casi imperceptiblemente, había captado un movimiento en la acumulación de desechos que se levantaba a escasos metros de él.
Inmóvil en aquella posición, con sus doloridos músculos tensionados, podía sentir en el tórax el bombeo desenfrenado de linfa impulsada por sus dos corazones.
Otra vez aquel ligero movimiento.
No cabía duda: alguien se escondía tras la montaña de desperdicios. ¿Algún Parademonio? No lo creía; si hubiese caído en una emboscada ya estaría muerto. ¿Otro Green Lantern quizá?
Avanzando cerca de medio metro con mucho cuidado, consiguió ver una pequeña cabeza peluda gracias a sus formidables órganos visuales.
Tras observarlo detenidamente, acabó por reconocer el uniforme de la figura escondida y se atrevió a levantar su voz en lo que no fue más que un susurro:
-Eres un Green Lantern, ¿verdad?- dijo en el lenguaje común que empleaban los Corps cuando no contaban con la traducción simultánea proporcionada por su anillo de poder.
El pequeño individuo, cubierto de un grueso pelo oscuro por toda su cabeza y rostro, retrocedió con rapidez dispuesto a correr hacia el extremo contrario del callejón.
-¡No huyas, por favor! –exclamó el primero sin abandonar su tono susurrante. –Yo también soy un Green Lantern-.
-¿Sí? –preguntó el otro con tono desconfiado, deteniéndose a unos pasos.
-Me llamo Dit, del sector 41. ¿Y tú?-.
-Soy Meleandur, del 799- contestó aún con reserva. -¿Cómo has conseguido escapar?-.
Dit alzó ligeramente sus hombros puntiagudos.
-Como tú, supongo: corriendo tanto como pude-.
-Sí...- suspiró Meleandur contemplando el anillo que llevaba en el mayor de los tres dedos de su mano izquierda. –Sin su poder no somos gran cosa, ¿verdad?-.
-No digas eso- le recriminó el otro. –Los Guardianes han elegido a los mejores de cada sector para vestir este uniforme. Simplemente no estábamos preparados: todo ha ocurrido tan rápido...-.
Meleandur asintió afirmativamente, con una expresión de horror en su cara, oculta por las sombras del callejón.
-Los Parademonios se abalanzaron sobre mi grupo en cuanto desapareció su prisión esmeralda –recordó el pequeño Green Lantern peludo. -Están bien entrenados esos bastardos...-.
-Es cierto. No han necesitado ningún tipo de arma para acabar con nosotros: sólo la fuerza de sus manos y esos dientes afilados como cuchillas- añadió Dit, sintiendo un ligero escalofrío al recordar los acontecimientos de la última hora.
Ambos permanecieron callados un rato, escuchando los gritos distantes de sus compañeros, que huían desesperados por las calles laberínticas de aquel suburbio.
Dit observó también su anillo de poder antes de continuar hablando:
-¿Sabes cómo ha podido pasar?-.
-No tengo la menor idea, pero me crucé hace unos minutos con otro Green Lantern que había intentado comunicarse con Oa utilizando un sistema de transmisión convencional…-.
-¿Qué averiguó?- interrumpió Dit, ansioso por conocer la respuesta.
-Nada- contestó Meleandur angustiado. –No consiguió contactar con una sola terminal de Oa. Los Guardianes nos han abandonado...-.
-¡No! –exclamó Dit con firmeza. –Tiene que existir una buena razón que explique lo ocurrido. Quizá Oa está siendo atacada por alguno de nuestros enemigos y han conseguido dañar la Batería Central. Eso explicaría que todos nuestros anillos se agotaran al mismo tiempo…-.
-No lo sé, Dit... Ya no sé nada...- concluyó Meleandur hundiendo su rostro peludo entre las manos enguantadas.
Antes de que Dit pudiera acercase a su compañero Green Lantern, quizá para dirigirle algunas palabras de consuelo, sus orejas alargadas captaron un chasquido a su espalda.
Rápidamente volvió su mirada hacia el extremo del callejón, donde tres Parademonios cubiertos de sangre ajena bloqueaban el acceso, observándoles con excitación anticipada.
Al girar su cabeza hacia el otro extremo, vio a otros cuatro que se aproximaban lentamente hacia su posición.
-Meleandur...- murmuró Dit.
Captando el tono desesperado en la voz de su compañero, Meleandur descubrió el grupo de Parademonios que se acercaban por su izquierda. La expresión aterrada que apareció en su rostro, pronto se vio sustituida por una determinación sin esperanza.
-¡Por Oa!- exclamó irguiendo su pequeño cuerpo sobre los desperdicios amontonados.
-¡Por Oa!- respondió Dit corriendo hacia aquellas terribles bestias.
Actualización: Este relato fue recopilado en AT Visions Especial Navidad 2005 que podréis encontrar en la sección Base Gamma dentro de Action Tales.
Jerónimo Thompson. Escritor de Green Lantern y Flash
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